Diego Canastos es recordado con respeto por alumnas y alumnos suyos. A través de su memoria podemos rescatar parte de la vida de este maestro ambulante represaliado. Diego Lozano Meléndez era hijo de Francisco y de Sebastiana. Nació en algún lugar de Tarifa en octubre de 1879. Su madre tenía por apodo la Canasta y Diego era conocido como "el hijo de la Canasta". De ahí derivaron otros apodos como "Diego Canastos" o "Diego el de los Canastos". No sabemos si Diego tenía otras dedicaciones pero es seguro que entre los años 20 y 50 del siglo XX trabajó por los campos de Tarifa como maestro ambulante. Curro Gil Serrano, nacido en 1931 en Puertollano (Tarifa) y emigrado muy joven a Barcelona,
Etiqueta: Francisco Salmerón
Su padre se preocupaba por que sus hijos tuvieran maestro
El testimonio - Aprendió también con Francisco Salmerón, con Jerónimo y con Pepote. Su padre siempre buscaba quien pudiera enseñarles. (...) Después de Vicente, otro que estuvo con nosotros era uno a quien le decían El Paticorto. Se llamaba Jerónimo. Era de San Pablo de Buceite. Esto sería en los años cuarenta. Se quedaba a dormir en Puertollano, en casa de Ballesteros. Era soltero. Vino un maestro que había estado desterrado de cuando la guerra; estaba muy bien preparado y se llamaba Francisco Salmerón. Cuando vino tendría treinta años. Él era de Granada. Cuando empezó la guerra se metió en ella, y cuando acabó como había sido menor no pudieron hacerle nada, pero lo desterraron. Nos daba lección a mí y a mis hermanos.
Aprendió con los maestros de campo Francisco Salmerón y Andrés Señor
El testimonio - Aprendió con los maestros de campo Francisco Salmerón y Andrés Señor Mi maestro se llamaba Francisco Salmerón y venía a casa un día sí y otro no. Yo ya era algo mayor cuando mi padre nos lo puso. Él era de Granada, y cuando llegaba a casa decía muy ligero, “bueenos diías; sentarse ustedes”. Nosotros, como no habíamos visto a nadie que hablara diferente, pensábamos, “¡qué bien dice el maestro los buenos días!”. El maestro nos ponía cuentas en la pizarra (porque nos equivocábamos mucho), al otro día no venía, y al siguiente nos repasaba la tarea. O nos ponía en la parte de arriba de un cuaderno, “aprenderé a ayudar a mi padre”, o “vale más el saber que