El testimonio - Encerraba las cabras cuando el maestro llegaba El maestro Muñoz venía a casa cada semana dos veces. Él ya era mayor, y muy buena persona; y nosotros éramos unos zagalillos, que sólo pensábamos en ir a jugar por ahí. Nos enseñaba a mi hermana mayor y a mí. Yo tendría ocho o nueve añillos, y mi hermana mayor diez u once. Yo escribo y leo, pero no aprendí como se aprende hoy. Yo me acuerdo que cuidaba unas cabritas que tenía mi padre, y cuando el maestro venía tenía que salir a encerrarlas, hasta que me diera la lección. Mis padres le pagaban con dinero y con cosas. Porque entonces se cobraba ná y menos. Cuando yo me licencié, en 1945,
Testimonios
Necesidad de escuelas rurales en La Costa
El testimonio - Necesidad de escuelas rurales en La Costa En esos años llovía mucho. Yo no tenía coche; y como yo, ningún vecino del campo. Había que venir en burro. En Cuatro Caminos (entrando por el km 90) tenían que haber hecho una escuela para los niños de esta zona. Si hubieran hecho ahí una escuela, servía para La Costa y para Arroyo Viña. Hubieran estado mejor los niños, y los maestros también. Mi primer hijo nació en 1961. Fue al internado de la Huerta del Rey (Residencia Escolar), pero no le gustaba. Se llegaba a Tarifa montado en un burro. Llegaba lleno de barro, y mi madre, que estaba en Tarifa, le tenía preparada ropa limpia. Cuando lo prepararon para hacer la primera
Juan Mena enseñó por La Costa desde principios del siglo XX
El testimonio - Juan Mena enseñó por La Costa desde principios del siglo XX hasta que era anciano Mi madre firmaba algo. Ella nació en 1904 y tendría 8 ó 10 años cuando aprendía con Juan Mena; hacia 1912. Mis tías aprendieron más que ella; no sé si es que mi madre era mala, o tenía que bregar más en la casa por ser la mayor. Un hermano que tenía, el tío Perico, no sabía ni firmar. Mena nos daba lección a mí y a mi hermano mayor. Sería hacia 1940, 1942. Yo era muy malo para la lectura, y mi hermano era todo lo contrario. Cuando cogíamos los animales, yo le tiraba el libro porque quería jugar. Y mi hermano, si tenía
Donde comía el maestro, comía también su esposa
El testimonio - Donde comía el maestro, comía también su esposa Hacia 1946, el maestro Andrés Señor venía a dar clase a mis hermanos. Mi hermana Isabel no sabe nada; ella era mayor y estaba con la tarea de la casa. Yo era chica y quería jugar y aprender; estaba encima, mirando, porque me gustaba cómo explicaba. Entonces mi madre le dijo al maestro, “¡Venga, dale clases también a la niña!”. Estuve unos cuatro meses con él. Cuando el maestro marchó seguí aprendiendo, porque me gustaba. Aprendí sola; ¿para qué voy a decir otra cosa? Con cartillas, iba juntando las letras, la “a” y la “b”, e iba leyendo. Me gusta leer los papeles. Me canso y lo dejo, pero me gusta. Hubo un
Si se iba un maestro, venía otro
El testimonio - Cuando se iba un maestro, venía otro. Aprendió con el maestro Antonio Cortés, entre otros. En mi tiempo no había escuela. Dicen que antes de la guerra sí había. Los maestros que venían por allí no tenían título. Lo poquillo que sé lo aprendí con ellos. El primer maestro que tuve se llamaba Antonio Cortés. Tendría yo 10 ó 12 años. Con él aprendí más, porque estuve más tiempo. Él tenía en su casa un cuartillo donde nos reunía a seis o siete chiquillos por las tardes (después de cuidar el ganado). Ya por último se dedicaba a ir a las casas: donde nosotros, donde un primo mío... A las niñas también les daba clases. Cortés se puso viejo y dejó