El testimonio - Aprendió también con Francisco Salmerón, con Jerónimo y con Pepote. Su padre siempre buscaba quien pudiera enseñarles. (...) Después de Vicente, otro que estuvo con nosotros era uno a quien le decían El Paticorto. Se llamaba Jerónimo. Era de San Pablo de Buceite. Esto sería en los años cuarenta. Se quedaba a dormir en Puertollano, en casa de Ballesteros. Era soltero. Vino un maestro que había estado desterrado de cuando la guerra; estaba muy bien preparado y se llamaba Francisco Salmerón. Cuando vino tendría treinta años. Él era de Granada. Cuando empezó la guerra se metió en ella, y cuando acabó como había sido menor no pudieron hacerle nada, pero lo desterraron. Nos daba lección a mí y a mis hermanos.
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Aprendió con los maestros de campo Francisco Salmerón y Andrés Señor
El testimonio - Aprendió con los maestros de campo Francisco Salmerón y Andrés Señor Mi maestro se llamaba Francisco Salmerón y venía a casa un día sí y otro no. Yo ya era algo mayor cuando mi padre nos lo puso. Él era de Granada, y cuando llegaba a casa decía muy ligero, “bueenos diías; sentarse ustedes”. Nosotros, como no habíamos visto a nadie que hablara diferente, pensábamos, “¡qué bien dice el maestro los buenos días!”. El maestro nos ponía cuentas en la pizarra (porque nos equivocábamos mucho), al otro día no venía, y al siguiente nos repasaba la tarea. O nos ponía en la parte de arriba de un cuaderno, “aprenderé a ayudar a mi padre”, o “vale más el saber que
La escuela de Sargentes (Burgos) y su maestro en 1851
Descrita por Andrés Manjón en su libro "Cosas de antaño contadas ogoño; Memorias de un estudiante de aldea" (Granada, 1921) Tenía Sargentes una modesta casita para escuela de niños y niñas, que ocupaba el piso bajo, dejando el principal para el señor maestro y su familia. Esta escuela estaba dotada con fincas del pueblo, cuya renta, destinada para el maestro, ascendía a 18 fanegas de pan mediao, y cuyas tierras, vendidas por el Estado desamortizador, valieron 9.000 pesetas. Esas tierras eran legados de almas piadosas, con encargo de que el maestro y los niños rezaran por ellas. La habitación destinada a casa estaba en bajo y tenía por suelo la tierra, que por ser polvorienta, cubrieron con lanchas los vecinos; por