El testimonio - En cada cortijo donde trabajó su padre enseñaba un maestro de campo. Él se esforzó por que sus hijos aprendieran. Cuando era joven, mi padre se vio en Melilla enfermo, sin poder escribir una carta a su madre. Un amigo suyo le escribía las cartas y se las leía. Por eso se dijo que sus tres hijos por lo menos tenían que saber leer y escribir; y se esforzó por conseguirlo. Lo que sabemos es lo que aprendimos con los maestros de campo. No pudimos ir a institutos ni universidades. He luchado por que mis hijos se defiendan bien, y tengo una hija que es maestra y se explica mucho mejor que yo. Mi primer maestro lo tuve con 6 años,
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Vida del maestro Fausto Ruiz Galán
El testimonio - Se retiró del ejército por motivos de conciencia. Trabajó catorce años como maestro ambulante. Mi padre, Fausto Ruiz Galán, nació en Almonte (Huelva), en 1919. Su madre venía de Cáceres y su padre, que era sargento de Carabineros, de Salamanca. Él tenía dos hermanas. Su madre murió con 29 años, cuando él tenía unos nueve años, y su padre se casó otra vez. Como marginaban a los hijos de la primera madre, y él se fue a trabajar al campo con el ganado. Cuando vieron que era inteligente le mandaron un colegio religioso de Huelva, donde hizo el bachillerato. Con 16 para 17 años empezó la Guerra Civil y le mandaron a filas con el bando “nacional”, formando parte de
Estudiaba mientras cuidaba las ovejas
El testimonio - Alternaba su trabajo de cuidar el ganado con el estudio. Aprendieron tanto las hermanas como los hermanos. Aquí nunca hubo una escuela rural. Se habló de hacer una escuela, y el ayuntamiento eligió el sitio, pero nunca llegó a hacerse. Los padres nuestros nos compraban el material, las pizarras esas y los libros. La pizarra llevaba un trapito amarrado con una cuerda de palma. Las cartillas, el Catón y el Manuscrito, para aprender las formas y la ortografía. Sabiendo las cuatro reglas, decían que ya estabas preparado. Yo aprendí de cuentas, y sabía defenderme con las cosas del ganado y con mis apaños a mi manera. Sé leer y escribir, aunque leer, recuerdo que no me gustaba. Los hermanos más chicos