El testimonio - Escribía en las piedras mientras guardaba las vacas Una se ha criado de pobre, pero no ha pasado hambre, como digo yo. Nosotros éramos ocho hermanos, y solamente la hermana mayor tuvo maestro. Como las clases valían dinero, si iba el maestro daba nada más que a los varones. Las hembras, como no teníamos que ir al servicio ni nada... Yo no he tenido un maestro nunca en mi vida. Yo aprendí a poner las letras y los nombres (las palabras) por lo que yo miraba que mis hermanos hacían. Yo veía desde lejos al maestro, cuando llegaba a la casa; pero darme una clase no me la dio nunca. Mis hermanos estudiaban de noche, porque de día trabajaban. No me
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Alfonso Santander Castilla, maestro ambulante
El testimonio - Trabajó como maestro ambulante para las familias de la finca de El Pedregoso. Cuando tenía 28 años el cura me dijo que quería que fuera de maestro a la finca de El Pedregoso. "Me han dicho que tú puedes enseñarles y quiero que les prepares para la comunión". Y estuve allí hasta 1972; cuatro años, enseñando a leer y escribir al tiempo que les enseñaba religión. Yo conocía ya a Ventura Rebolo, el guarda de la finca, y a las familias donde iba a enseñar, porque en el tiempo del racionamiento mi padre repartía las raciones del pan en Facinas, y guardaba las raciones de la gente del campo, que no podían venir en el horario del reparto. Estas familias
Aprendió con el maestro barbero Pepe Gil
El testimonio - Aprendió en la escuela particular de Las Porronas y trabajando con el maestro barbero Pepe Gil. Su madre aprendió de mayor. Los tres hermanos mayores estuvieron en el colegio público, y el pequeño también. Yo estuve un día: yo quería ir al servicio, y le pedí permiso varias veces y no me contestaba, hasta que me oriné encima. Me pegó una guantada, que cogí la puerta y no volví a aparecer por allí. De pequeño, estuve yendo a una escuela particular de tres muchachas llamadas las Partida, a quienes decían de mote Las Porronas. Las tres eran solteras y aquí no se les conoció familia. Daban clases en una habitación de su misma casa. Allí habíamos niños de todas las
Aprendió en escuelas particulares de Chiclana
El testimonio - Aprendió en escuelas particulares por la noche, a su regreso del trabajo en el campo. Después de trabajar en el campo, mi padre me obligaba a ir a una escuela particular. Él siempre me decía, “El saber no ocupa lugar, hijo”. Había muchos maestros y maestras que enseñaban a diez o doce niños en su casa, y cobraban por día. Tenían una formación muy básica: sabían las cuatro reglas, algo de problemas y poco más. Mientras vivía en Huerta Chica estuve estudiando con los maestros Capricho y Diego Raelito, que vivían cerca de nosotros. Cuando en 1947 nos trasladamos a la calle de La Almendrá, estuve en la escuela de Pacheco, llamada “Los Carriles”. No sé si yo era torpe